martes, 9 de agosto de 2011

"Cuentos Uruguayos y de la Patria Gaucha" - Portada y mapa

       El escritor canario Gerardo Molina manifiesta que el contar es una necesidad vital, propia del  ser humano, que busca trasmitir sus impresiones, experiencias, asombros, miedos, deslumbramientos.
       Esa necesidad  se ha visto canalizada a través de la Historia de muy diversas formas, desde el hombre primitivo, que “contó” sus vivencias a través del dibujo en las paredes de las cavernas, o los  grandes escritores de la antigüedad con sus obras que el tiempo no ha logrado cubrir con el olvido, pasando por los trovadores que relataban y recreaban con su canto, luego vino el salto gigantesco con el invento de la imprenta, y en los tiempos actuales nos sorprendemos con las computadoras que trasmiten esas expresiones a los más lejanos rincones del planeta.
       ¡No hemos podido, o no hemos querido, escapar a esa necesidad!
       Los recuerdos llegan: traídos por la risa cristalina de un niño, en la prolongada mirada de una mujer… o los ojos acuosos de un anciano. También lo trae el llanto de una adolescente,  una curva en el  camino o el murmullo del agua que llega, pasa y se aleja.
       Y el viento… el viento acurrucándose en puertas y ventanas, con su  lamento prolongado cargado de nostalgias y añoranzas.
       Hoy ofrecemos en diez relatos esa necesidad de expresión, de contar, de preservar el pasado y el presente para las generaciones futuras.
       Son cuentos nuestros, son uruguayos… y son de todos.
                           
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Cuentos incluidos en enste libro:
"La Caída"
"El Caballo del Patrón"
"Julian"
"La Zafra"
"El Tata"
"Cabo Viejo"
"El Último Abrazo"
"La Picada"
"Los Morenos no Bailan"
"María Samudio"



"El Forastero y la Novia" - Portada y mapa

      Sagaz y cosumado narrador, Juan Sosa, con seguros, firmes y certeros trazos- a modo del pájaro gaucho que sabiamente distribuye el barro, las briznas y pajitas para crear su nido- conforma el entramado de su obra, cuya complejidad distiende con una pluma ágil, clara , sencilla, directa y un mesurado cuanto elogiable empleo de los recursos expresivos.
     “El Forastero y la Novia” podría calificarse como una moderna novela romántica. Moderna por la cercanía de tiempos, personajes y lugares y el lenguaje más actual, coloquial y directo. Romántica por la exaltación del sentimiento; la presencia de los sobrenatural y del misterio; la búsqueda de la soledad y persecución de fantasmas e imposibles; ruinas, sepulcros, irrealidad, y un oculto pasado que se vuelve presente obsesivo, tenaz, imperioso. Asimismo creemos que la elección de la forma epistolar es todo un acierto: estilo que se inspira en viejos odres, esta vez para contener el vino nuevo.
     Siguiendo los consejos de su amigo Luis, Jorge, el protagonista, -músico- viaja al norte con la finalidad de “recomponer mi vida de ese duro golpe que el destino me asestó cuando todo se abría en un hermoso futuro…” La llegada a Tacuarembó, el recorrido en otro coche, “…sin rumbo… sin destinos ni horarios fijados de antemano”. Y su imprevisible decisión de quedarse en un pequeño pueblo, cobran forma en una primera carta fechada el 17/3 y a la que seguirán otras y otras, escritas semanalmente, por lo general los días lunes, durante poco más de seis meses.
    A medida que avanzamos en la lectura, nos va cautivando, en veces el apasionamiento del romántico; en otras, la remansada descripción de nuestros paisajes campesinos y vívidas escenas trabajadas con personalidad y altura, sin concesiones a lo vulgar o chabacano.
     Juan Sosa atesora y prodiga, de ese modo, una gran virtud de novelista: atrapar desde el primer instante de su trama el interés y la atención del lector que se ve inmerso en el mundo que describe, identificándose con el protagonista, sentirse él mismo el héroe o celebrando la recuperación del personaje “cada día me siento más empapado de la naturaleza que me rodea y más alejado del drama que viví…”
     En suma, una obra que se lee con placer y avidez, que rescata lo escencial del romanticismo –patrimonio, sin duda, de sus jóvenes lecturas- y lo integra en una obra cercana en tiempo y espacio. Y Juan Sosa la describe con frescura, el encanto y hasta la inocencia original del escritor de “tierra adentro”, de criolla estirpe campesina –maestro rural por más señas-, lejos del smog de las grandes ciudades y la artificiosidad de las musas urbanas.
     Cada lector encontrará, sin duda, la imagen de un mundo trascendente que prolongará en su espíritu, resonancias luminosas.
                                                        Gerardo Molina